lunes, 19 de abril de 2010

OPINIÓN: SI HABLAMOS DE LO VULGAR... por Begoña Leonardo

Por Begoña Leonardo


El origen etimológico:
Vulgar; perteneciente al vulgo, al pueblo llano.
Di-vulgar; intentar que algo sea conocido por el mayor número de personas.
La ordinariez o el mal gusto, la ausencia de modales o de elegancia. Algo que es muy de nuestro tiempo, ya en la antigüedad era motivo de estudio y aunque, salvando las distancias, tiene mucha relación con lo que Teofrasto 372 a.C (sucesor de Aristóteles en la escuela Peripatética, destacado estudioso de la ciencia y reconocido por sus tratados de botánica), en la obra “Los caracteres”, plasmó un breve, vigoroso y mordaz boceto de los tipos morales. Donde deja patente que la rusticidad es “la ignorancia carente de modales”.
Estamos acostumbrados a observar y a sufrir a través principalmente de la televisión, la vulgaridad tanto en su expresión verbal como no verbal. Con el pensar, pero también con el hacer. Según Teofrasto, cuando alguien es vulgar, lo es en todo. Y lo es definitivamente porque no sabe que lo es, o sea, que es tarea casi imposible ponerle remedio.
La vulgaridad, por tanto, nace de la ignorancia, el desconocimiento de ser vulgar, llegando al extremo incluso, de verse en ocasiones a sí mismo como alguien excelso y refinado. Sobre todo cuando se tienen alrededor bufones preocupados exclusivamente de las audiencias, que aplauden y vitorean estos comportamientos deplorables, que solo contribuyen a que el mal gusto se generalice. Mostrar personas que saben estar, educadas, atentas, cordiales, respetuosas con sus semejantes y con una preparación, no es rentable.
Cuando se conjugan; vulgaridad, ordinariez, grosería... el resultado puede ser “la mala educación”. Aunque, independientemente, una persona vulgar no tiene por qué ser maleducada, porque la vulgaridad no es un asunto ético, sino estético.
Nadie nace vulgar, pero cultivar lo vulgar, cultivar lo que nos regalan estos patrones que influyen sobre todo, en gente que no se atreve a mirar un poco más allá, o en los que por su escasa preparación, luces o edad, simplemente se quedan enganchados a la pantalla, para ver personas que se enfrentan, que se despellejan... que aluden a familiares, a los que dicen que quieren y que por ellos “ma-tan”, que salpican de mierda a todo el que se acerque, que pase por allí. Contribuyen de manera nefasta a que miremos donde miremos, no encontremos en lo vulgar; lo llano, lo del pueblo, sino lo soez, barriobajero y falto de modales.
Desgraciadamente, muchas personas pasan las mañanas, las tardes, las noches, sin ningún objetivo lúdico más cerca. Sin acudir a un museo, a un teatro, sin acariciar un libro entre sus manos. Sin ninguna experiencia próxima a la cultura, sin ninguna conversación medianamente interesante. Hemos pasado del patio de vecinos a la pantalla, con sólo pulsar un botoncito del mando a distancia. Acomodados en el sofá, millones de espectadores disfrutan a la vez del espectáculo, pero padecen de manera individual, una existencia hueca.
“Hay un vulgo en todas partes” que decía Graciano, refiriéndose a la Corte Corintia...
Cualquier necedad es vulgar y la necedad es igual a bobería.
Seamos críticos, no bobos.
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Begoña Leonardo : "Trabajadora de la palabra... Autónoma a ratos, madre a tiempo completo, poeta siempre y sin opción. Escribo para diferentes medios como freelance, y en formatos digitales, blogs, revistas literarias..." 

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