sábado, 1 de octubre de 2011

Los tijeretazos. Opinión de Antonia Bocero

Los tijeretazos







Ahora, según desayunas, el susto de cada día son los tijeretazos, observando que cada uno de los dos partidos se empeña en mostrar del otro sus tijeras más grandes. Y las tijeras -no pude ver “Eduardo Manostijeras”, y eso que era ficción- siempre me han dado respeto por la destreza que requiere su manejo. Así que el miedo a tanta tijera suelta por ahí me amarga el azucarillo: cuando finalice mi hijo la beca-contrato que aún tiene, ¿habrá algo para él? Está emancipado y lleva treinta años trabajando en prepararse para dar a la sociedad lo que se ha invertido en él. ¿Pero tendrá que volver a la casa familiar y acogerle como hacíamos con aquellos primos venidos de los pueblos a Madrid en los 60, dándoles alojamiento en la minúscula casa de mis padres hasta que encontraban trabajo?

En nubarrones de pensamientos giro el azucarillo en la taza. Apago la radio -están con lo mismo- y me viene a la cabeza el artículo publicado hace unos días en The New York Times por el señor Warren Buffet, una de las personas más ricas de Estados Unidos, en el que solicitaba pagar al menos la misma carga fiscal que la de sus empleados, pues había echado cuentas y resulta que mientras él pagaba por sus ingresos anuales un 17%, los empleados de su despacho aportaban al fisco del 33% al 41%. Aquí puede estar una de las claves de lo que está pasando; y a ello sumemos los millonarios sueldos vitalicios que se adjudican directores de bancos, alcaldes y demás.


Hoy todo es muy global y parece interesante -ya que mundo no hay más que uno-, si no fuera porque los beneficios que genera esta aldea están yendo a manos del gran poder financiero, y quiéranlo o no, está dando como resultado que miles de personas fallezcan de inacción; a esto no se le puede dar otro nombre que no sea “el negocio del hambre”. Te adentras en esta vergüenza y asiste uno a la atrocidad de lo que sucede en el Cuerno de África, o cómo en países más afortunados vemos a niños de cinco años ya trabajando de picapedreros o en basureros.

Dejo aquí estos pensamientos que parecen sólo poder resolverse desde una economía de altos vuelos, y soy lega en la materia: ¿o no lo soy?, me digo mientras enjabono la taza. Porque pensándolo bien, con mis pírricos ingresos anuales, nunca he tenido una sensación clara y obvia de que algo estuviera haciendo tan mal como para que mi economía familiar se fuese al garete y con ello la manutención de mis hijos, su educación y la cama donde duermen. A lo largo de mi vida adulta he puesto mis cinco sentidos para que no pudiera suceder una catástrofe así en mi casa. Lo que no han hecho nuestros políticos de la aldea global, todos expertos en alguna materia, y en quienes con nuestro voto un día delegamos.

Sí, la élite de Wall Street se las está dando todas en el mismo lado a la Vieja Europa. Anoche leía que el mundo lo está llevando a la deriva una élite “que se reúne el tercer miércoles de cada mes en el Midtown de Manhattan”. Son"nueve personas quienes en reuniones secretas controlan un mercado de 700 billones de dólares”. Yo me digo, mientra guardo la taza, que eso será porque las leyes del sistema lo permiten, y pienso en los paraísos fiscales, por ejemplo. Y ¿por qué no se les ha desarmado a tiempo? Claro, como nuestros mandatarios están un rato, se van cuando les toca y nadie pide cuentas… Falta vocación política: ya nadie parece tener debilidad por quedar en la historia como el gran político del siglo… Tampoco hay a la vista creadores de utopías que iluminen y muestren los fallos del sistema en el que nos manejamos.

En fin, austeridad, claman políticos y empresarios vestidos de Armani (un inciso: me encantaron los zapatos del Papa, el color y todo). Ya en el ascensor pienso en el cuento chino “Cielo e Infierno”, pensamiento que interrumpo cuando en el tercero entra la tropa de jóvenes que aún van al instituto; y me entra alegría.

 
Antonia Bocero nace en Córdoba. Es escritora y ejerce la Crítica de arte en La Voz de Almería. Sus dos últimos libros llevan por título “Creación y Trayectoria del grupo Indaliano” -un estudio sobre este grupo de pintores creado por Jesús de Perceval en los años 40-, y el poemario “Ángel de Guerra”, publicado por Ediciones Vitruvio.

sábado, 13 de agosto de 2011

Masacre en Noruega: la cultura del malestar. Opinión de Carlos Vidales

Masacre en Noruega: la cultura del malestar

Carlos Vidales

El atentado en el centro de Oslo y la subsiguiente masacre de adolescentes en la isla de Utoya, perpetrados por un neofascista noruego el día 22 de julio, han estado en el centro de atención de todos los medios del mundo. Una abrumadora masa de información se ha derramado sobre la opinión pública.



Sintomáticamente, la mayor parte de ese bombardeo informativo cubre datos sobre el asesino, las víctimas, las circunstancias y secuencias de la tragedia, en fin, todos los detalles concretos de los acontecimientos, pero muy poco tiempo y espacio se ha dedicado a la discusión de las causas profundas de este crimen o a la indagación del contexto social y político en que tuvo lugar. El resultado ha sido lo que algún periodista llamó recientemente el “efecto de infoxicación”, es decir, un efecto de desorientación y confusión provocado por el exceso de datos circunstanciales y la casi total ausencia de interpretación.

La televisión, a través de los telediarios principalmente, ha jugado en este proceso un papel decisivo. Ella ha cumplido con exactitud esa función que Ignacio Ramonet, en su último libro (La explosión del periodismo) denuncia con tanta claridad: el telediario se ha convertido en un medio de distracción, que debe alejar, distraer la atención del ciudadano, apartarla de lo importante y ponerla en contacto con lo superficial, lo frívolo, el detalle morboso o espectacular, lo que en última instancia es superfluo a la hora de comprender el sentido profundo de los acontecimientos. Ya no recibimos información verdadera; recibimos infodistracción, infoentretenimiento.

De este modo ha sido posible infundir en la opinión pública la creencia de que la horrible matanza de Utoya es un hecho aislado, producto de la acción individual de un “loco suelto”, es decir, un crimen ajeno a todo contexto político o social.

Pero la realidad es otra: el asesino publicó en internet, unas horas antes del crimen, un extenso manifiesto de 1.500 páginas, en el que repite obsesivamente su rechazo a la política “multicultural” de liberales, socialistas y comunistas, y su llamado a la lucha contra la creciente “islamización” de la sociedad europea. Utiliza las mismas palabras, las mismas expresiones y los mismos argumentos de los partidos neofascistas que, cubiertos bajo disfraces populistas, avanzan y crecen en Noruega (segundo partido del país con el 23% de los votos), Dinamarca (donde gobiernan), Suecia (donde han logrado escaños en el parlamento), Holanda, Bélgica y otros.

Y los argumentos del asesino son recogidos y apoyados por políticos establecidos. La canciller alemana, Merkel, el presidente francés, Sarkozy, el primer ministro italiano, Berlusconi y el primer ministro británico, Cameron, ya dijeron hace tiempo que “el multiculturalismo ha fracasado”. En Suecia, Erik Hellsborn, uno de los líderes del partido de Los demócratas Suecos (Sverigedemokraterna) escribe en su blog: “La masacre en Noruega puede ser el peor hecho de violencia en Escandinavia desde la Segunda Guerra Mundial, pero no es ningún relámpago caído del límpido cielo. Esto es lo que hace el multiculturalismo, que crea conflictos entre las personas, conduce al odio, a la violencia y a una brutalización general de la sociedad”.  Confrontado con la opinión pública, Hellsborn matiza su posición, pero eso no impide que en la página oficial de los Sverigedemokraterna se repita el llamamiento a luchar contra la multiculturalidad y la “islamización de Suecia”. Y los mismos argumentos pueden encontrarse en todas las páginas oficiales de todos partidos neofascistas europeos, hoy en ascenso.

El multiculturalismo, alguna vez apoyado por los neoliberales para embellecer su política de globalización, se vuelve ahora contra las metrópolis europeas, atrapadas en la paradoja de presentarse como las campeonas de la libertad y, al mismo tiempo, cerrar los diques a la oleada migratoria de los países “periféricos”.

La nueva conquista del mundo, con la inevitable consecuencia de invasiones, intervenciones, alianzas militares y guerras ”civilizadoras” o ”democráticas” ha conducido a un estado de guerra permanente sustentado en los parámetros de una nueva guerra fría: la confrontación entre el Cristianismo y el Islam.

Paralelamente se fortalece la universalización de los métodos del terrorismo de estado porque, como consecuencia de lo anterior, la ”seguridad” ya no es asunto de cada potencia en particular, sino de la Cruzada Globalizadora en general. Por eso se paralizan vuelos de aviones, sin importar en qué territorio, se detiene a miles y miles de personas en cualquier rincón del planeta y se las encierra en centenares de campos de concentración clandestinos al estilo Guantánamo regados por todo el mundo. O, para no ir más lejos, se ”activa” una orden de captura de la Interpol contra un viajero, se obliga a un gobierno a detener ilegalmente a ese señor, sin cumplir con los requisitos legales, y se entrega al capturado al estado que lo ha perseguido, violando todas las normas del derecho de asilo. No son actos aislados: es el proceso de globalización planetaria de la represión.

Dentro de este marco, como las personas y los pueblos no son muñecos pasivos, crecen los movimientos de protesta, las movilizaciones, pero también las fuerzas del racismo, la discriminación, el odio entre pueblos y el temor al ”otro”. Los grandes medios de comunicación alientan esto último, a veces simplemente porque los periodistas reciben cheques de organizaciones secretas de los estados y multinacionales y, a veces, porque se ha llevado a la opinión pública a un estado de estrés cultural y siempre se vende más y mejor la noticia que difunde el miedo y el odio cultural que cualquier otra noticia. El mundo se polariza y se crean estados de ánimo de las culturas.

En 1929 escribió Freud un trabajo herético: El malestar en la cultura. En él planteó que la insatisfacción del individuo ante la cultura se debe a que esta reprime sus impulsos agresivos. De entonces a hoy, el sistema de poder ha aprendido a reorientar, fortalecer y encauzar los impulsos agresivos del individuo, remplazando el malestar en la cultura por la cultura del malestar.

En este ambiente se nutren y proliferan los extremismos raciales y culturales de uno o de otro color. Hay, como resultado de la crisis económica ”global” (en realidad, crisis de las metrópolis), millones y millones de desocupados y desempleados deambulan por Europa y constituyen un excelente caldo de cultivo para alimentar el odio contra los africanos, contra los árabes, contra los de piel oscura, contra los inmigrantes de todos los colores. Los políticos y banqueros responsables de la crisis e incapaces de resolver los problemas que ellos mismos han creado, alientan y estimulan esta xenofobia, como lo hicieron ya en vísperas de las dos grandes guerras mundiales.

En ese contexto nacen y crecen y mastican sus resentimientos los seres inferiores, frustrados, ”solitarios”, rumiando proyectos ”heroicos” como atentados, asesinatos, sabotajes, contra los grupos que ellos consideran ”culpables” de su situación de inferioridad. El ciclo se ha cerrado: los medios de comunicación y los detentadores del poder han levantado las banderas del recelo cultural y el último estrato de la basura social ha recogido las banderas y ha pasado a la acción. Como diría Jesús, un judío en cuyo nombre actúan los nazis, los arios puros, los enemigos de la multiculturalidad: ”todo está consumado”.

Como las masacres de Colombia, de Ruanda, de Sudán, este crimen es obra del sistema. Su importancia no radica en el número de muertos ni en su localización geográfica. Su verdadera importancia consiste en que pone al desnudo la estrategia de los detentadores del poder económico, los nuevos Cruzados de la Civilización. En ancas del odio que ellos siembran todos los días, odio multicultural, cabalgan las fuerzas organizadas que realizan las “invasiones democráticas” y los “bombardeos humanitarios”, y también cabalgan los espontáneos, los impacientes, los megalómanos imbéciles, ejecutores de los actos de terrorismo “individuales”.



Así pues, el masacrador de Oslo no actuó solo. Él ha sido simplemente el instrumento sicópata del sistema. Los autores intelectuales, los instigadores de la masacre, son los estadistas, los grandes consorcios de la comunicación  y los políticos que ya llevan décadas sembrando el recelo y el odio, preparando nuevas y más crueles "guerras de civilización" en aras de la codicia.

Saludos.

Carlos Vidales

Los jóvenes de la Puerta del Sol. Opinión de Antonia Bocero




Los jóvenes de la Puerta del Sol




Como ya tengo una edad, me permito comenzar estas líneas con el dicho popular de “No se pueden poner puertas al campo”, en clara alusión al movimiento social “Democracia Real Ya”, que estos días se manifiesta en diversas ciudades españolas para reclamar cambios políticos. Vemos que el movimiento está conformado, mayoritariamente, por jóvenes que están utilizando las redes sociales para estas convocatorias. No hay duda de que el poder de Internet es incalculable -lo saben bien las ‘no democracias’-: Internet ya no es una ventana abierta al mundo; es el mundo, y nos proporciona una visión real de lo que en él sucede en cada momento. Las consecuencias son numerosas, y una de ellas es que obliga -si escuchan- a nuestras democracias a realizar cambios profundos en el reparto del bienestar. En este sentido, además de la “revolución” que pueda llegar vía Internet, no creo que exista la panacea de lo inamovible, en la que tan a gusto se asienta el poder. ¿No se dan cuenta de que en el mundo hay mucho pobre entremezclado con una obscena ostentación de la riqueza?

Los de mi generación, cuando por fin pudimos atisbar la llegada de la democracia, tuvimos la sensación -tal y como estaban las cosas y los protagonistas encargados del asunto- de que todas las partes deberían ceder en sus criterios. Y así se hizo, y nos dimos en el 78 una buena Constitución; si bien, quedaron asuntos que, sinceramente, nunca parecieron justos. Uno de ellos fue la Ley Electoral, en la que se optó, como sabemos, por el método D´ Hondt, que claramente beneficiaba el bipartidismo, y la cual se aceptó por el bien de la Transición: por su estabilidad, se dijo.



Pero de ese momento histórico ha pasado mucho tiempo, y entre las reclamaciones de los jóvenes acampados en la Puerta del Sol -y ya en toda España- está el cambio de esa ley. Y es que no parece justo votar a quien no te apetece, para que tu voto no se quede, más o menos, en ‘nada’. En consecuencia, se observa desencanto entre muchos votantes, y demasiada precaución, por parte de los políticos, de que las cosas cambien en el sentido que solicitan los jóvenes de hoy; cuando al bipartidismo no le vendría mal este u otro elemento de tensión que animara la renovación interna de los dos grandes partidos.

A la juventud hay que escucharla: son el relevo, y ésta además –y en contra de lo que se opina de ella entre ciertos sectores-, pertenece a la generación mejor preparada que ha tenido España. Estos jóvenes han viajado y conocen el mundo de primera mano. Saben del lugar exacto del hambre y las injusticias. Tienen la fuerza de la juventud, se interesan por los derechos humanos, y no ignoran cómo les estamos entregando el planeta. Los he escuchado en la Puerta del Sol, en la plaza del Educador, y entre lo que piden está aquello que muchos reclamamos desde hace años a ‘sotto voce’ en cualquier reunión de amigos mientras tomamos un café. Ellos están dando la cara. No quieren ser “mercancía en manos de políticos y empresarios”; no quieren ser tratados como “meros elementos económicos”; etc. Hay que atenderles y elogiar que deseen aportar cambios a la sociedad.

 
Antonia Bocero nace en Córdoba. Es escritora y ejerce la Crítica de arte en La Voz de Almería. Sus dos últimos libros llevan por título “Creación y Trayectoria del grupo Indaliano” -un estudio sobre este grupo de pintores creado por Jesús de Perceval en los años 40-, y el poemario “Ángel de Guerra”, publicado por Ediciones Vitruvio.

Aquí, una indignada. Opinión de Antonia Bocero




Aquí, una indignada




Todos aseguran que el PP tiene las elecciones ganadas, y que el PSOE las perderá, pero los mercados ni se inmutan, sino que ahí siguen, sangrándonos más y más. Y mientras tanto el ciudadano anda más perdido que nunca. ¿A quién votamos? A corto plazo, los indignados no parece que puedan formar ningún partido, y los que hay nos han sumergido en un estado de incredulidad importante. Y a otros niveles: quién inventó esas hipotecas, esas de tan larga duración en el tiempo, que terminarían pagándolas los hijos o los nietos. O esas otras en las que los padres, casi ancianos, con su casita de toda la vida, avalaron a sus hijos, y ahora vemos como son expulsados de sus casas, sin contemplaciones y sin tener adónde ir, ni hijos y padres. 



Entre esto y aquello, hemos hecho una sociedad absurda, en la que el que trabaja, lo hace tantas horas que no le queda tiempo ni para pensar;  algo así les debe suceder a los políticos, porque su grado de incompetencia ha llegado al máximo. Estamos viendo como los que tienen la sartén por el mango, van a lograr, gracias a los gobernantes, poner fin a lo que en el primer mundo llamamos estado del bienestar. Y sería terrible que lo lograsen. Pero viendo los caminos resecos de Somalia, los caminos del hambre, los caminos que no llevan a otra parte que no sea a la muerte, la muerte de niños inocentes; niños que agonizan unos juntos a otros, hermanos junto a hermanos…; viendo todo eso, nuestro estado del bienestar, hoy, mañana y al otro, por desgracia, no me importa nada.  

Todos: la derecha, la izquierda; los de la bolsa (la bolsa o la vida, por cierto); los mandatarios del norte, del sur, del este o el oeste, no están legitimados para gobernar el mundo. No, no lo están, viendo a estos niños que agonizan en completa soledad sin otros ojos que los miren que los de una cámara que se topa con ellos. Los políticos no han previsto nada; no han previsto la hambruna que azota a Somalia. No puede ser, no debe ser, que unos puedan comer cuanto quieran al día, y otros nunca, y mueran al poco de nacer. Por favor, más humanidad entre todos, y más competencia para que haya más justicia. Es una vergüenza que en esta sociedad de la abundancia mueran millones de niños de hambre por los caminos, y todos somos culpables.

 
Antonia Bocero nace en Córdoba. Es escritora y ejerce la Crítica de arte en La Voz de Almería. Sus dos últimos libros llevan por título “Creación y Trayectoria del grupo Indaliano” -un estudio sobre este grupo de pintores creado por Jesús de Perceval en los años 40-, y el poemario “Ángel de Guerra”, publicado por Ediciones Vitruvio.

martes, 12 de abril de 2011

¿REPERCUTIRÁN LAS REVUELTAS DE LOS PAÍSES ÁRABES EN LA SOCIEDAD OCCIDENTAL? Opinión de Víctor J. Maicas


¿REPERCUTIRÁN LAS REVUELTAS DE LOS PAÍSES ÁRABES EN LA SOCIEDAD OCCIDENTAL?


Por Víctor J. Maicas
(Originalmente publicado en el periódico bottup)




O dicho de otra forma, ¿cuántos países más tendrán que rebelarse o empezar a mostrar su enorme malestar para que cese la presión de las políticas económicas neoliberales sobre los ciudadanos de todo el mundo?

                En un artículo que publiqué hace más de un año, y que hace poco volví a recordar,  hablé de que esa política neoliberal en la que casi todo vale nos llevó a esa crisis financiera que, a la postre, desembocó en la gran crisis social que estamos viviendo hoy en día. En aquel artículo indiqué que en un primer momento “el gran capital” se encontró entre las cuerdas al ver el descalabro que había originado un neoliberalismo sin control, y prueba de ello es que algunos gobernantes empezaron a hablar de serias sanciones a los responsables así como también de un cambio de orientación económica empezando a cuestionarse esa indignidad que suponen los paraísos fiscales. Sí, los neoliberales estaban entre las cuerdas hace un par de años, pero probablemente al comprobar que con el paso de los meses no había una respuesta contundente por parte de la ciudadanía, y que incluso muy pocos protestaron airadamente por destinar dinero público para solventar sus desmanes (ese dinero público que tanto desprecian si se dedica para sufragar causas sociales como la sanidad y la educación), de repente se dieron cuenta que, hasta en una situación tan límite provocada por su avaricia, la ciudadanía en general “tragaba” con todo. Así es, posiblemente no sólo no pagaron sus desmanes, sino que comprendieron que su poder era ilimitado, pues casi nadie protestó de forma seria y contundente ante sus desvaríos económicos.


Y como por arte de magia, se acabó entonces de hablar de los paraísos fiscales y de pedir explicaciones para pasar, paradójicamente, a emprender unas medidas que probablemente favorecen aún más ese tipo de economía neoliberal. Según parece, ya no se piden pues demasiadas explicaciones a las grandes corporaciones, pero sí en cambio se empieza a desarrollar esa teoría que muchos neoliberales siempre han tenido en mente acerca de que todo lo público es malo para el buen funcionamiento de la economía, eso sí, siempre y cuando no sea para salvar sus finanzas con el dinero de todos los contribuyentes. Un dinero que por lógica, justicia y equidad sirve en las sociedades avanzadas para dotar de mayor calidad de vida a sus ciudadanos a través de un buen sistema sanitario y educativo, así como para mantener también un digno sistema de pensiones, entre otras muchas cosas. Pero claro, ¿qué sanidad, educación y pensiones públicas necesitan ellos y sus familias si sus cuentas corrientes no hacen más que engordar día a día?
                 
             Así pues, y por lo que parece, en lugar de combatir de forma contundente el fraude fiscal y destapar de una vez por todas ese “chollo” que significan los paraísos fiscales para algunos, ahora resulta que la única solución es recortar el gasto social y pedir sacrificios a la ciudadanía, a esos precisamente que no se han enriquecido durante estos años. Y encima, como si todos fuésemos estúpidos,  nuestros políticos nos bombardean con frases como “la culpa la tienen los mercados”. Pero vamos a ver, al menos por lo que parece, ¿quién si no son los mercados, más que muchos de esos neoliberales que han originado este caos y encima se siguen enriqueciendo? Y si por una de aquellas ellos no fuesen parte importante de los mercados, que nos digan claramente de dónde proceden todas las multimillonarias transacciones económicas para que podamos comprobar si dicho dinero procede de alguna forma de los mencionados paraísos fiscales o, por el contrario, es un dinero moralmente respetable que paga sus impuestos en las arcas públicas tal y como lo hace cualquier ciudadano de a pie.
                 
             Y con todo lo que está cayendo, es curioso que ahora cuando se originan revueltas como las de los países del norte de África se repite una y otra vez que son protestas contra dictadores (por cierto apoyados durante años por países democráticos) y pocas veces se insiste en que son posiblemente las medidas económicas neoliberales imperantes en la actualidad las que están llevando a los ciudadanos a una situación límite. Porque si sólo es por la presencia de un dictador, resulta un poco extraño que la ciudadanía de estos países haya tardado tantas décadas en hacerlo y además con tanta virulencia jugándose hasta su propia vida, ¿no creen? 
                
                
               Pero no sólo son estas revueltas las que hemos podido contemplar durante los últimos meses, pues los ciudadanos de países como Francia, Grecia o Gran Bretaña ya han empezado a salir a las calles. Y cuando uno contempla toda esta agitación se pregunta… ¿sería posible un nuevo mayo del 68 o unas revoluciones como las que se produjeron a finales de los años 80 con la caída del bloque soviético? Bien, pues bajo mi punto de vista, y analizando el curso de los acontecimientos, no, pues ambas tuvieron connotaciones bastante diferentes. La primera, la revolución de mayo del 68, no se originó principalmente por motivos económicos, al menos en un principio, sino más bien en busca de cambios ideológicos y de comportamiento de unas sociedades que todavía vivían ancladas en viejas creencias y tradiciones. Y por su parte, las revoluciones que pusieron fin al “bloque del este” estuvieron motivadas sobre todo por las ansias de libertad de sus ciudadanos y también, pero quizá en menor medida, por ese estrangulamiento económico que sufrían aquellos países, pero a diferencia de la situación de hoy en día, aquellas reivindicaciones triunfaron por el gran respaldo de los gobiernos occidentales puesto que aquello suponía el triunfo definitivo del capitalismo sobre el comunismo, además de abrir unos mercados muy apetecibles.
                 
              Pero el caso de ahora es diferente, pues creo que si bien puede haber alguna que otra semejanza a nivel de necesidad económica con los países del entonces llamado bloque soviético, en la actualidad los ciudadanos están indefensos ante sus dirigentes (o mejor dicho ante eso a lo que muchos llaman simplemente “los mercados” y que quizá algún día por fin les podamos poner nombre y apellidos) puesto que no existen otros países en los que apoyarse “indirectamente” (siempre y cuando teniendo en cuenta que muy posiblemente estas revueltas han estado originadas, en el fondo, por la precaria situación económica que sufre la mayor parte de la ciudadanía). Eso sí, si se trata tan sólo de cambiar al dictador para que a nivel económico casi todo siga igual, desde luego con eso no creo que tengan excesivos problemas para recibir ayudas. Supongo que a eso le llamarán “maquillaje político” (pero otra cosa bien diferente es meterle mano al desmedido neoliberalismo económico que impera en casi todo el mundo).
                 
               Pero explicaré muy brevemente esa indicación que acabo de hacer respecto a que en la actualidad no hay otros países en los que apoyarse “indirectamente”. Verán, tras la segunda guerra mundial, y aunque esto pueda parecer extraño, según diversos analistas fueron también los partidos conservadores los que, a pesar de su ideología económica liberal, introdujeron mejoras sociales que hoy en día podríamos decir que corresponden a ese “estado del bienestar” que ahora muchos tanto quieren recortar (y digo introdujeron mejoras, porque no fueron ellos los que idearon dicho estado del bienestar, ya que tal doctrina social corresponde a la izquierda en general, la cual luchó durante años para que se pudiera instaurar). Pero sí, fueron los conservadores los que en cierto modo lo llevaron a cabo en esa época en determinados países europeos pero, sin lugar a dudas, al menos por mi parte y por la de muchos otros analistas, este hecho estuvo provocado por ese temor a que la población de aquella época sintiese la tentación de imitar al incipiente y poderoso, por aquel entonces, bloque soviético. Así es, había que mejorar la calidad de vida de los trabajadores para que éstos no se vieran tentados por su miseria a provocar cambios drásticos que comprometieran la forma de vida de los más pudientes, pues sin duda dichos cambios estarían apoyados por los dirigentes del bloque rival. Díganle miedo o sabiduría política lo que en aquella época hicieron los partidos conservadores, pero… ¿a quién tienen miedo en la actualidad los que abogan por las políticas neoliberales si no hay ningún país que les haga sombra y, por lo visto, la ciudadanía incomprensiblemente está tragando con todo?
                
               Pero aún así, esa ambición desmesurada de determinados personajes que ostentan el gran poder económico casi siempre los hace caer en la ceguera, pues es posible que hayan conseguido crear sociedades apáticas e imbuidas por el consumismo sin control, pero lo que también es cierto es que la gente tiene un límite, y ese límite llega cuando uno se siente tan agobiado que no tiene nada que perder, puesto que su situación se ha deteriorado de una forma alarmante. Cada vez son más los sacrificios que se le piden al ciudadano medio y menos, al menos proporcionalmente, a todos aquellos que más tienen, y eso, tarde o temprano, nos pasará factura a todos. Así es, a todos, a unos porque perderán casi toda su calidad de vida, y a los otros, a los que dominan esta situación económica, porque su avaricia sin límites les puede quitar mucho de lo que ahora tienen (y si no que miren al dictador tunecino y a tantos otros).
                
               Por cierto, y al hilo precisamente de esto, según unas últimas informaciones y basándose en la lista que elabora la revista Forbes sobre las fortunas que hay en el mundo, a pesar de la crisis este año hay unos doscientos “milmillonarios” más que el año anterior, aumentándose además en líneas generales la riqueza de este “selecto club”. Es decir, que dinero sigue habiendo el mismo, pero según parece cada vez está en menos manos. Y es aquí cuando muchos nos preguntamos: ¿es así como los economistas neoliberales pretenden que haya más consumo para hacer desaparecer la crisis? ¿Es que, por poner un simple ejemplo que se pueda entender, los “milmilonarios”, o simplemente los millonarios en general, van a comprar diariamente para su consumo propio unas 2.000 camisas, 3.000 pantalones, y kilos y kilos de fruta o verdura para así compensar las ventas que no se van a realizar debido a la pérdida del poder adquisitivo del resto de la sociedad? Porque si uno no puede comprarse otra camisa u otro pantalón debido a que con su salario apenas llega a final de mes, lo más normal es que pase la nueva temporada con las prendas del año anterior. ¿O no, señores economistas neoliberales?
                 
             Así pues, muy posiblemente todo dependerá de si por fin moderan su ambición y empiezan a crear un capitalismo más humano, o por decirlo de otra forma, un sistema más basado en las mejoras sociales y menos en acumular grandes riquezas. Sí, pienso que si paran a tiempo todos saldremos ganando, pues vuelvo a repetir que tarde o temprano, según va la cosa, tendrán que ceder de una u otra forma, aunque habrá que ver si lo hacen ahora conformándose con los millones que ya han ganado, o si por el contrario se ven obligados a realizarlo con muchos más de esos millones pero sin embargo acompañados también con un sinfín de víctimas en sus conciencias, eso, por cierto, contando que la tengan.

                
               
               En definitiva, pienso que los “gurús de la economía neoliberal” ya tuvieron una oportunidad al principio de esta gran crisis económica para rectificar y hacer un capitalismo más humano, pero sin embargo su avaricia hizo que optaran por endurecerlo. Ahora es posible que tengan otra oportunidad, siempre y cuando reconozcan que las revueltas de los países del norte de África no sólo se han producido por derrocar a un dictador, pues en el fondo todos sabemos que cuando el pueblo sale a la calle arriesgando su propia vida es porque sus condiciones de vida cotidianas se han deteriorado hasta límites insospechados. Ellos tienen pues la última palabra, y ahora sólo falta saber si recapacitarán tal y como lo hicieron muchos políticos tras la segunda guerra mundial, o será el pueblo el que ya harto de sus desmanes y avaricia sin control les haga variar su insolidaria e injusta política económica.




Víctor J. Maicas se define a sí mismo como un viajero incansable y, a la vez, como un “contador” de la realidad existente. El haber visitado un número considerable de culturas diferentes a través de varios continentes le ha dado una visión más amplia del mundo en que vivimos y, por ende, de los problemas que diariamente sufren infinidad de personas a lo largo y ancho del planeta.

 En su currículum cabe destacar sus tres novelas publicadas (“La playa de Rebeca”, “La República dependiente de Mavisaj” y “Año 2112. El mundo de Godal”), así como también un gran número de artículos periodísticos publicados tanto en la prensa escrita como en la digital. Ha participado como ponente en el “III Encuentro de escritores pro Derechos Humanos” y además de ser miembro de “Consejos de Cultura” y de “Movimientos culturales”, colabora igualmente con varias Organizaciones No Gubernamentales.



domingo, 10 de abril de 2011

La escucha. Opinión de Rafael Carcelén

La escucha



Por Rafael Carcelén
(Originalmente publicado en el semanario Valle de Elda)


No podemos escuchar si no prestamos atención a lo que oímos, si no hay voluntad de comprender lo que nos llega al oído. ¿Cuántas veces, en cuántas situaciones, no nos hemos sentido escuchados?. Otras muchas ponemos cara de interés, pero lo que realmente hacemos es pensar qué le vamos a contestar a nuestro interlocutor cuando acabe su turno de palabra. Según los expertos, la mayor parte de los problemas en las relaciones interpersonales estarían generados por la escasa comunicación entre nosotros. O simplemente porque no nos escuchamos con la atención debida los unos a los otros.



Los adolescentes, por ejemplo.  Esa actitud paternalista hacia ellos, interrumpiendo sus puntos de vista con nuestra perspectiva más experimentada o minimizando sus angustias quitándole importancia a lo que les ocurre, son el síntoma más evidente de que no los estamos escuchando. Por el contrario, el simple hecho de que los dejemos explayarse, que perciban que los atendemos, puede generar una corriente de confianza que favorecerá un clima más sincero y a la vez la tranquilidad y la seguridad de quien se siente más valorado que vigilado en sus actividades cotidianas.

No sabe hablar quien no sabe escuchar, vino a decir Plutarco. Sin una escucha activa no podemos crear. Lo ha señalado J. A. Valente: “se escribe por pasividad, por escucha, por atención extrema de todos los sentidos a lo que las palabras acaso van a decir”. Sin esa escucha extrema, sin esa agudeza para percibir hacia dónde dirigirse cuando todo parece perdido, tampoco los científicos avanzarían: Newton, Marie Curie o Einstein fueron paradigmáticos en esto. En el terreno político, por ejemplo, ¿sería posible consenso alguno, satisfactorio para las partes, sin una mutua y atenta escucha?. Cualquier auténtico pacto constituye la síntesis de la cesión de unos y de otros, del reconocimiento mutuo y todo ello la consecuencia lógica tras habernos escuchado.

Mapa del Neolítico europeo

Se calcula en más del doble que la actual la agudeza auditiva del cazador neolítico. No creo que haya actividad humana donde no sea importante saber escuchar. Pero cuidado: ¿de verdad nos está escuchando el dependiente que con cara sorprendida –como si fuese la primera vez que oye una petición como la nuestra- acaba vendiéndonos lo mismo que al cliente anterior?; ¿de verdad nos escucha el terapeuta experto cuando, previo pago y tras diseccionar nuestro discurso, termina diciéndonos lo que queríamos oír?. La auténtica escucha siempre es activa,  al tiempo que receptiva y no condicionada previamente. Y empieza por escucharnos a nosotros mismos, a nuestro cuerpo, en primer lugar. Al loro.



Rafael Carcelén es maestro de escuela en el CEIP Padre Manjón de  Elda. Poeta, lector apasionado y perpetuo observador, opina sobre la realidad que nos rodea, bien en su columna Entre col y col en el semanario Valle de Elda o en otros foros independientes y/ o alternativos.

miércoles, 6 de abril de 2011

La base. Opinión de Rafael Carcelén

La base



Por Rafael Carcelén
(Originalmente publicado en el semanario Valle de Elda)

 



Acabando el curso pasado, mi buen amigo José Manuel, padre de un alumno que tuve hace años, me transmitía su inquietud por las carencias estructurales de su hijo ya desde Primaria para, por ejemplo, comprender bien un texto o expresarse por escrito con cierta fluidez. Se lamentaba, también, de haber apostado más por su formación tecnológica (informática sobre todo) descuidando algo tan básico como las competencias lingüísticas y que terminando ya la Secundaria iba a ser difícil de recuperar. Y coincidíamos ambos en que sin una base sólida en comprensión y expresión, cualquier otro aprendizaje resulta mucho más difícil de asimilar.

Casualmente, unos días después leí una entrevista con José Antonio Marina donde se preguntaba “¿para qué les sirve tener acceso a toda la información que hay en Internet si luego no entienden una frase de más de diez palabras?”. Efectivamente, pensé, he ahí el quid de la cuestión de nuestra enseñanza hoy. “Estamos tan sumamente fascinados por el uso de las tecnologías, que es una cosa que dominan con mucha facilidad nuestros chavales, que tal vez no nos damos cuenta de que es una simple herramienta y que, si no se sabe manejar, vale para cosas muy superficiales”, continuaba el ensayista, metiendo el dedo en la llaga de todos los niveles educativos.



Bienvenidas sean las pizarras con sus videoproyectores, los portátiles en las aulas, las enciclopedias digitales o las clases on line. Pero nada de todo ello puede suplir la necesidad que tienen nuestros alumnos de saber discurrir y seleccionar con criterio, para lo que se ha de trabajar con ellos, concienzudamente y desde los cursos más bajos, en el manejo de aquellas técnicas de estudio y trabajo que de verdad les ayuden a organizar y saber sintetizar toda la información aprendida de un modo racional, estructurado y fácilmente disponible. Sólo entonces, con unas competencias básicas adquiridas y una formación sólida y cohesionada, se podrá acceder a la red con criterios suficientes para afrontar los caóticos saberes alojados en ella y combatir con garantías los innumerables riesgos y peligros que se expanden en la pantalla tras el más candoroso clic.

A mi modo de ver, hay dos aspectos irrenunciables en nuestras escuelas: favorecer una socialización integradora, decisiva para la convivencia saludable de nuestros alumnos, y transmitirles aquellos hábitos de estudio, valores y enseñanzas que les ayuden mañana a desenvolverse como personas formadas, afrontando los nuevos retos (tecnológicos incluso) con garantías y confianza. Que les permitan mantener además una disposición continua para adquirir nuevos conocimientos durante toda su vida. Parece poca cosa, pero estas adquisiciones han de estar presentes de continuo en nuestras aulas, por mucho que haya necesidad de otros saberes hoy tan novedosos o tan punteros.



El propio Marina lo resume en una frase: un burro conectado a Internet sigue siendo un burro”. Y si la escuela ya no es, como antaño, la única depositaria y portadora del saber acumulado, su función socializadora, su formación en valores o su transmisión de técnicas y destrezas para aprender con criterio, aún siguen vigentes para seguir haciendo pie en un mundo cada vez más virtual. Porque sin el basamento, sin el hormigón humanista que aportan las aulas para una formación de verdad integral, difícilmente podrá sostenerse el edificio tecnológico que estamos levantando en este siglo XXI.




Rafael Carcelén es maestro de escuela en el CEIP Padre Manjón de  Elda. Poeta, lector apasionado y perpetuo observador, opina sobre la realidad que nos rodea, bien en su columna Entre col y col en el semanario Valle de Elda o en otros foros independientes y/ o alternativos.