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sábado, 1 de octubre de 2011

Los tijeretazos. Opinión de Antonia Bocero

Los tijeretazos







Ahora, según desayunas, el susto de cada día son los tijeretazos, observando que cada uno de los dos partidos se empeña en mostrar del otro sus tijeras más grandes. Y las tijeras -no pude ver “Eduardo Manostijeras”, y eso que era ficción- siempre me han dado respeto por la destreza que requiere su manejo. Así que el miedo a tanta tijera suelta por ahí me amarga el azucarillo: cuando finalice mi hijo la beca-contrato que aún tiene, ¿habrá algo para él? Está emancipado y lleva treinta años trabajando en prepararse para dar a la sociedad lo que se ha invertido en él. ¿Pero tendrá que volver a la casa familiar y acogerle como hacíamos con aquellos primos venidos de los pueblos a Madrid en los 60, dándoles alojamiento en la minúscula casa de mis padres hasta que encontraban trabajo?

En nubarrones de pensamientos giro el azucarillo en la taza. Apago la radio -están con lo mismo- y me viene a la cabeza el artículo publicado hace unos días en The New York Times por el señor Warren Buffet, una de las personas más ricas de Estados Unidos, en el que solicitaba pagar al menos la misma carga fiscal que la de sus empleados, pues había echado cuentas y resulta que mientras él pagaba por sus ingresos anuales un 17%, los empleados de su despacho aportaban al fisco del 33% al 41%. Aquí puede estar una de las claves de lo que está pasando; y a ello sumemos los millonarios sueldos vitalicios que se adjudican directores de bancos, alcaldes y demás.


Hoy todo es muy global y parece interesante -ya que mundo no hay más que uno-, si no fuera porque los beneficios que genera esta aldea están yendo a manos del gran poder financiero, y quiéranlo o no, está dando como resultado que miles de personas fallezcan de inacción; a esto no se le puede dar otro nombre que no sea “el negocio del hambre”. Te adentras en esta vergüenza y asiste uno a la atrocidad de lo que sucede en el Cuerno de África, o cómo en países más afortunados vemos a niños de cinco años ya trabajando de picapedreros o en basureros.

Dejo aquí estos pensamientos que parecen sólo poder resolverse desde una economía de altos vuelos, y soy lega en la materia: ¿o no lo soy?, me digo mientras enjabono la taza. Porque pensándolo bien, con mis pírricos ingresos anuales, nunca he tenido una sensación clara y obvia de que algo estuviera haciendo tan mal como para que mi economía familiar se fuese al garete y con ello la manutención de mis hijos, su educación y la cama donde duermen. A lo largo de mi vida adulta he puesto mis cinco sentidos para que no pudiera suceder una catástrofe así en mi casa. Lo que no han hecho nuestros políticos de la aldea global, todos expertos en alguna materia, y en quienes con nuestro voto un día delegamos.

Sí, la élite de Wall Street se las está dando todas en el mismo lado a la Vieja Europa. Anoche leía que el mundo lo está llevando a la deriva una élite “que se reúne el tercer miércoles de cada mes en el Midtown de Manhattan”. Son"nueve personas quienes en reuniones secretas controlan un mercado de 700 billones de dólares”. Yo me digo, mientra guardo la taza, que eso será porque las leyes del sistema lo permiten, y pienso en los paraísos fiscales, por ejemplo. Y ¿por qué no se les ha desarmado a tiempo? Claro, como nuestros mandatarios están un rato, se van cuando les toca y nadie pide cuentas… Falta vocación política: ya nadie parece tener debilidad por quedar en la historia como el gran político del siglo… Tampoco hay a la vista creadores de utopías que iluminen y muestren los fallos del sistema en el que nos manejamos.

En fin, austeridad, claman políticos y empresarios vestidos de Armani (un inciso: me encantaron los zapatos del Papa, el color y todo). Ya en el ascensor pienso en el cuento chino “Cielo e Infierno”, pensamiento que interrumpo cuando en el tercero entra la tropa de jóvenes que aún van al instituto; y me entra alegría.

 
Antonia Bocero nace en Córdoba. Es escritora y ejerce la Crítica de arte en La Voz de Almería. Sus dos últimos libros llevan por título “Creación y Trayectoria del grupo Indaliano” -un estudio sobre este grupo de pintores creado por Jesús de Perceval en los años 40-, y el poemario “Ángel de Guerra”, publicado por Ediciones Vitruvio.

sábado, 13 de agosto de 2011

Los jóvenes de la Puerta del Sol. Opinión de Antonia Bocero




Los jóvenes de la Puerta del Sol




Como ya tengo una edad, me permito comenzar estas líneas con el dicho popular de “No se pueden poner puertas al campo”, en clara alusión al movimiento social “Democracia Real Ya”, que estos días se manifiesta en diversas ciudades españolas para reclamar cambios políticos. Vemos que el movimiento está conformado, mayoritariamente, por jóvenes que están utilizando las redes sociales para estas convocatorias. No hay duda de que el poder de Internet es incalculable -lo saben bien las ‘no democracias’-: Internet ya no es una ventana abierta al mundo; es el mundo, y nos proporciona una visión real de lo que en él sucede en cada momento. Las consecuencias son numerosas, y una de ellas es que obliga -si escuchan- a nuestras democracias a realizar cambios profundos en el reparto del bienestar. En este sentido, además de la “revolución” que pueda llegar vía Internet, no creo que exista la panacea de lo inamovible, en la que tan a gusto se asienta el poder. ¿No se dan cuenta de que en el mundo hay mucho pobre entremezclado con una obscena ostentación de la riqueza?

Los de mi generación, cuando por fin pudimos atisbar la llegada de la democracia, tuvimos la sensación -tal y como estaban las cosas y los protagonistas encargados del asunto- de que todas las partes deberían ceder en sus criterios. Y así se hizo, y nos dimos en el 78 una buena Constitución; si bien, quedaron asuntos que, sinceramente, nunca parecieron justos. Uno de ellos fue la Ley Electoral, en la que se optó, como sabemos, por el método D´ Hondt, que claramente beneficiaba el bipartidismo, y la cual se aceptó por el bien de la Transición: por su estabilidad, se dijo.



Pero de ese momento histórico ha pasado mucho tiempo, y entre las reclamaciones de los jóvenes acampados en la Puerta del Sol -y ya en toda España- está el cambio de esa ley. Y es que no parece justo votar a quien no te apetece, para que tu voto no se quede, más o menos, en ‘nada’. En consecuencia, se observa desencanto entre muchos votantes, y demasiada precaución, por parte de los políticos, de que las cosas cambien en el sentido que solicitan los jóvenes de hoy; cuando al bipartidismo no le vendría mal este u otro elemento de tensión que animara la renovación interna de los dos grandes partidos.

A la juventud hay que escucharla: son el relevo, y ésta además –y en contra de lo que se opina de ella entre ciertos sectores-, pertenece a la generación mejor preparada que ha tenido España. Estos jóvenes han viajado y conocen el mundo de primera mano. Saben del lugar exacto del hambre y las injusticias. Tienen la fuerza de la juventud, se interesan por los derechos humanos, y no ignoran cómo les estamos entregando el planeta. Los he escuchado en la Puerta del Sol, en la plaza del Educador, y entre lo que piden está aquello que muchos reclamamos desde hace años a ‘sotto voce’ en cualquier reunión de amigos mientras tomamos un café. Ellos están dando la cara. No quieren ser “mercancía en manos de políticos y empresarios”; no quieren ser tratados como “meros elementos económicos”; etc. Hay que atenderles y elogiar que deseen aportar cambios a la sociedad.

 
Antonia Bocero nace en Córdoba. Es escritora y ejerce la Crítica de arte en La Voz de Almería. Sus dos últimos libros llevan por título “Creación y Trayectoria del grupo Indaliano” -un estudio sobre este grupo de pintores creado por Jesús de Perceval en los años 40-, y el poemario “Ángel de Guerra”, publicado por Ediciones Vitruvio.

Aquí, una indignada. Opinión de Antonia Bocero




Aquí, una indignada




Todos aseguran que el PP tiene las elecciones ganadas, y que el PSOE las perderá, pero los mercados ni se inmutan, sino que ahí siguen, sangrándonos más y más. Y mientras tanto el ciudadano anda más perdido que nunca. ¿A quién votamos? A corto plazo, los indignados no parece que puedan formar ningún partido, y los que hay nos han sumergido en un estado de incredulidad importante. Y a otros niveles: quién inventó esas hipotecas, esas de tan larga duración en el tiempo, que terminarían pagándolas los hijos o los nietos. O esas otras en las que los padres, casi ancianos, con su casita de toda la vida, avalaron a sus hijos, y ahora vemos como son expulsados de sus casas, sin contemplaciones y sin tener adónde ir, ni hijos y padres. 



Entre esto y aquello, hemos hecho una sociedad absurda, en la que el que trabaja, lo hace tantas horas que no le queda tiempo ni para pensar;  algo así les debe suceder a los políticos, porque su grado de incompetencia ha llegado al máximo. Estamos viendo como los que tienen la sartén por el mango, van a lograr, gracias a los gobernantes, poner fin a lo que en el primer mundo llamamos estado del bienestar. Y sería terrible que lo lograsen. Pero viendo los caminos resecos de Somalia, los caminos del hambre, los caminos que no llevan a otra parte que no sea a la muerte, la muerte de niños inocentes; niños que agonizan unos juntos a otros, hermanos junto a hermanos…; viendo todo eso, nuestro estado del bienestar, hoy, mañana y al otro, por desgracia, no me importa nada.  

Todos: la derecha, la izquierda; los de la bolsa (la bolsa o la vida, por cierto); los mandatarios del norte, del sur, del este o el oeste, no están legitimados para gobernar el mundo. No, no lo están, viendo a estos niños que agonizan en completa soledad sin otros ojos que los miren que los de una cámara que se topa con ellos. Los políticos no han previsto nada; no han previsto la hambruna que azota a Somalia. No puede ser, no debe ser, que unos puedan comer cuanto quieran al día, y otros nunca, y mueran al poco de nacer. Por favor, más humanidad entre todos, y más competencia para que haya más justicia. Es una vergüenza que en esta sociedad de la abundancia mueran millones de niños de hambre por los caminos, y todos somos culpables.

 
Antonia Bocero nace en Córdoba. Es escritora y ejerce la Crítica de arte en La Voz de Almería. Sus dos últimos libros llevan por título “Creación y Trayectoria del grupo Indaliano” -un estudio sobre este grupo de pintores creado por Jesús de Perceval en los años 40-, y el poemario “Ángel de Guerra”, publicado por Ediciones Vitruvio.

jueves, 10 de febrero de 2011

Pintores del Siglo XIX en el Patio de Luces. Opinión de Antonia Bocero

Pintores del Siglo XIX en el Patio de Luces

En el Patio de Luces de la Diputación de Almería se desarrolla actualmente la muestra “Pintores pensionados por las diputaciones andaluzas”, que recoge una colección de pintura formada con las obras de una serie de artistas que fueron becados en S. XIX y parte del XX para realizar estudios fuera del país. Estos viajes tenían como destino principal las ciudades europeas de Roma, París o Florencia, en las que nuestros artistas buscaban lección de las corrientes reinantes, y era un periplo que maestros anteriores ya habían hecho. Conviene anotar que los pintores españoles estaban bien valorados fuera del país, pues la personalidad artística de España queda confirmada en Europa en el S. XVII (Velázquez, Zurbarán, Ribera), se impone en los S. XVIII y XIX con Goya, Zuloaga, y en el XX con su destacada aportación a las vanguardias, a través de Picasso, María Blanchard, Dalí y tantos otros.



En nuestro entorno, la pintura costumbrista y de historia predomina en el S. XIX, y como apreciamos en la exposición, es de corte académico, un estilo obligado para el artista que se acogía a una beca oficial o entraba como alumno en alguna Academia. En la exposición no hay grandes cuadros del XIX (para eso hay que ir al Prado donde están Federico Madrazo, Pradilla, Rosales…, con unas obras en las que la emoción, si gusta la pintura, está asegurada); ahora bien, en ella hay cuadros muy interesantes y algunos destacan por su calidad pictórica, como “Niño con cisne” y “El paje”, lienzos de gran equilibrio entre los elementos que los integran, con un trabajo de color elegante, sin confusión en los tonos y acabado de buena factura. Dentro de los buenos lienzos, un estudio de figura a destacar es el cuadro “José en la cisterna”, de Antonio Reina Manescau -considerado un buen paisajista de temas andaluces-, en el que el autor nos acerca más al ser humano que al personaje histórico.
Dos son las piezas que aporta la Diputación de Almería: “Rendición de Almería” de Juan Fernández Corredor y Cruz, y el tema religioso “San jerónimo”, de José Díaz Molina, una estampa del santo políglota, que según la tradición fue el hombre que en la antigüedad más profundizó en el estudio de la Biblia. Este último cuadro habla del trabajo y la penitencia (la lectura, la calavera), y le valió al autor almeriense un aumento en la pensión que ya disfrutaba, y que su obra fuera expuesta en el escaparate del comercio “Las filipinas”, un lugar por entonces muy transitado. 



Otro lienzo a señalar es “La escudilla de Diógenes”, de José Moreno Carboneo, que retrata la escena en que el filósofo se deshace de su escudilla al ver a un niño beber en el cuenco de sus manos; un mensaje que va directo a esta sociedad del derroche, y que resume el pensamiento de este hombre genial. Por otro lado, “La muerte de Lucrecia”, de Federico Buendía, es una réplica del majestuoso cuadro de Eduardo Rosales que con todo su vigor se exhibe en el Prado; habiendo sido tratado el tema de “Lucrecia” por todos los grandes de la pintura (Tiziano, Rafael, Dudero, Rembrandt…), por la escultura, la literatura (Shakespeare), la música (Händel, Britten). También “Isabel la Católica firmando su testamento”, de Tomás Muñoz Lucena, y réplica del impresionante cuadro de Eduardo Rosales. Y terminamos con “Últimos días de Numancia”, de Rafael Hidalgo de Caviedes, réplica también del pintado por Alejo Vera, y que en su día obtuvo la máxima calificación por parte de la Academia de San Fernando.
En resumen, un viaje al pasado a través de la pintura, lleno de guiños al arte, la literatura, la historia…
 
Antonia Bocero nace en Córdoba. Es escritora y ejerce la Crítica de arte en La Voz de Almería. Sus dos últimos libros llevan por título “Creación y Trayectoria del grupo Indaliano” -un estudio sobre este grupo de pintores creado por Jesús de Perceval en los años 40-, y el poemario “Ángel de Guerra”, publicado por Ediciones Vitruvio.