sábado, 26 de junio de 2010

UN PENSAMIENTO DE MADRUGADA. Opinión de Juan Pomponio Castiglione

UN PENSAMIENTO DE MADRUGADA




La ENVIDIA es un veneno letal que corroe la sangre, quema las arterias y pudre el alma. Esta lamentación surge de una reacción simple y primitiva de la mente: la COMPARACIÓN: "Él escribe mejor que yo", "Ella tiene una mejor casa", "Su mujer es más hermosa", "Mi hermano tiene más dinero", y miles de confrontaciones. Algunos pretenden taparla o justificarla agregando un toque de moralidad a sus dichos: "Como envidio tu auto… pero sanamente". Es lo más normal y se oye todos los días en la calle, entre familiares, a través de la televisión, por la radio, es algo cotidiano que transcurre con la misma vida.
La ENVIDIA es una enfermedad lacerante. Nunca puede ser sana. Uno podría llegar a creer que sí lo es, pero se confunde. ¡Siempre será envidia aunque quieran disfrazarla! Quienes la padecen, sufren, son infelices, están afectados y descentrados, mirando hacia afuera de su naturaleza. Les duele tanto que no pueden soportar el éxito de los demás. La sociedad se olvida de una regla dorada: EL OTRO SOY YO. Todos somos UNO. No estamos separados. Entonces en lugar de ADMIRAR a los demás, comenzamos a envidiar y de allí surgen toda clase de angustias espirituales que luego pueden trasladarse al plano físico y enfermar a la persona, por ejemplo la conocida “mala sangre”. Está comprobado el daño que provocan las emociones negativas y oscuras en nuestro organismo. A la inmensa mayoría les encanta ser "envidiados", eso les da poder y hace que se sienten personas importantes. Muchos ostentan con el propósito de hacer sufrir a los demás. Ambas personalidades padecen de otra enfermedad compuesta por tres letras llamada: Ego. Aquí surge el principal inconveniente en nuestra sociedad que está dirigida por una Egocracia.
Cuando comprendamos la falsedad de todas las ilusiones impuestas por la dictadura del ego, caerán todas las máscaras sociales y el mundo del ser humano comenzará a transitar por un camino de sabiduría hacia una realidad de mayor crecimiento interior como seres sociales. Podremos comprender la inutilidad de mantener la rigidez de posturas ajenas a nosotros mismos.  
Admiremos al prójimo. Admiremos al que pinta, admiremos a otros poetas, otros artistas, al vecino, al amigo, ADMIREMOS y dejemos de COMPARARNOS comprendiendo que cada ser es único en el Universo de la creación. Nadie es inferior, nadie es superior. Sólo sucede si caemos en la COMPARACIÓN. La felicidad no se pasea en un Rolls Royce, ni teniendo una mansión repleta de lingotes de oro. La felicidad radica en el simple acto de llenarnos de gozo por sentirnos vivos y poder disfrutar de la vida
a cada instante, sea cual sea nuestra condición. 


          Sigamos nuestros propios caminos sin tiempos ni estructuras, sólo como verdaderos guerreros y guerreras de una existencia individual.



Juan Pomponio Castiglione es escritor y poeta. Apenas un hombre que camina la vida con una alforja de metáforas.

jueves, 24 de junio de 2010

La generación sublime. No hay estética sin ética. Opinión de Bruno Jordán

La generación sublime. No hay estética sin ética

 Bruno Jordán es escritor y periodista.
       Abochornado más que desilusionado leí –y vi- el reportaje sobre jóvenes poetas actuales que previamente me había anunciado una de las reportadas que publicaría El País Semanal el pasado 13 de junio. Ante el espectáculo presentado y contemplado, sentí el impulso de escribir y publicar algo aquí que me distanciase diametralmente de todo aquello pero pronto lo frenó la probabilidad de que –de hacerlo- acaso posicionaría involuntaria e indirectamente a este periódico que coordino y a la revista Poe +. Ambas publicaciones se posicionan, claro está, pero lo hacen por la vía de los hechos, de sus contenidos y formatos.
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Ahora me brinda Jesús Belotto -de forma inesperada y gratificante- un Pisuerga que me conduce acogedoramente hasta donde quería llegar, a Valladolid. No solo porque coincido del todo con lo que dice y cómo lo dice; también porque me abre la puerta para expresar una reflexión que vengo madurando desde hace ya tiempo y que, en mi opinión, subyace como fondo real de lo acontecido: la ética de la estética.
Se cuenta –y a fe que debe ser verdad- que cuando Franco expulsó a Aranguren de su cátedra de Ética en Madrid, José María Valverde dimitió solidariamente de la suya de Estética en Barcelona con una carta al Caudillo en la que le decía escuetamente Mi general: no hay Estética sin Ética.
Y es eso. Ambas vertientes tienen que armonizar en las creaciones “artísticas”; “po-éticas”, en este caso. Hay quien ha pensado que el reportaje “armoniza” con bastante precisión las concepciones de los reportados sobre ambos aspectos. De ser así, creo que voy seguir intentando estar en sus antípodas.
El reportaje “ilustra” certeramente el terreno, digamos “clásico”, donde se ha venido moviendo ancestralmente “la poesía”. Uno de los peores papeles que ha desempeñado es el de servir de forma de expresión pretendidamente excelsa para las clases más cultas, poco accesible para quienes no podían conseguir esa cultura. Una manifestación de la segregación social que, retro-alimentariamente, la perpetuaba. Poetas excelsos excelsamente ataviados y retratados en bucólico ambiente (y eso que son claramente urbanos los poemas y se autoreconocen los poetas, me apuntaron) que prontamente se prestan sin más -bueno, sí, con su beneficio y su narcisismo incrementados- a ser fagocitados  funcionalmente por la supuesta estética sin ética (esto último, nada supuesto) que practican también funcionalmente los mass media para “la sociedad”. Me sorprende realmente que los poetas “report(r)ajeados” no repararan siquiera en el hecho de que alguna de las prendas que lucían podía haber sido fabricada realmente por una niña filipina o un niño pakistaní.

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“La sociedad es burda”, define Lorenzo Plana, “es grosera”, matiza con elegancia sublime Antonio Lucas. ¿La “sociedad”? ¿El “sistema”? ¿El “poder”? El orden bajo el que vivimos social, económica y mentalmente. Finura entomológica para los adjetivos, confusas abstracciones para los sustantivos. Dejaremos así que lo poético siga siendo acaso estéticamente calificativo, pero escasamente sustancial.


Como buenos poetas “con oficio” –queda mal eso de llamarle profesión- evidencian una nítida vocación generacional. “Por primera vez no hemos sentido necesidad de matar al padre (la poesía de la experiencia) o reivindicar al abuelo (los novísimos)”, manifiesta Javier Rodríguez Marcos. Está claro: si “alguienes” tienen padres y abuelos ergo… son una nueva generación. ¿Sutil silogismo? No, burdo, grosero...


             Una afición "Generacional" (dios, ¡qué inclinaciones a encasillar y simplificarlo –lo contrario de hacerlo sencillo en este caso-  todo!) que incluso podía haber seguido con otro burdo, grosero, silogismo: si Machado, Lorca o M. Hernández pertenecieron a "la generación del 27", si Ángel González o Gil de Biedma pertenecieron a "la generación de los 50", si Luis García Montero pertenece a la generación de la poesía de la experiencia, si yo pertenezco a otra generación... ergo... ¡soy equiparable a ellos! 


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Con el reportaje se ha dejado bien alto el Panteón poético. Me apuntan también, a este propósito, que el Edén es la huida, el símbolo de haber sucumbido, representa la derrota sin paliativos; pero no, esta vez no; el Edén sigue siendo la morada a la que es condenada por la mayoría -el propio reportaje es muy ilustrativo y protagonista en esto- a los poemas, al "arte", a la cultura. Incluso al saber. Es la morada de los sublimes.




Bruno Jordán es escritor, poeta y periodista, amén de otras muchas cosas (de la mayoría de ellas, incluídas las anteriores, solo pretende ser).

sábado, 19 de junio de 2010

JOVEN POESÍA HILFIGER. Opinión de Jesús Belotto

 JOVEN POESÍA HILFIGER
  
Por Jesús Belotto
(Fotografía de Tania Goltara).


E

 l sábado 13 de junio, un amigo me envía un reportaje sobre la joven poesía española actual, publicado en El País Semanal bajo el título Poetas de aquí y ahora  y rubricado por Jesús Ruiz Mantilla. Acompañan al artículo poemas y vídeos en los que los poetas leen. También hay unas fotos en las que los poetas posan en un paisaje bucólico, caracterizados como para un remake de «La casa de la pradera». Leo el artículo y los poemas. Veo varios vídeos. No me detengo demasiado en las fotos.

Fotografía de Juan Aldabaldetrecu

Jusqu’ici, tout va bien. Unos días más tarde, una amiga me urge a que lea el pie de una de las fotos. Leo:
                                                                                                             
«De izquierda a derecha, aparecen Martín López-Vega junto a Antonio Lucas (camisa y americana de L’Habilleur y pantalón By Basi), Javier Rodríguez Marcos (camisa de Armand Basi y pantalón By Basi), Elena Medel (vestido azul Tsumoda, pantalón de Tommy Hilfiger y sombrero de L’Habilleur) y Lorenzo Plana (camisa de lino lila de Hartford, tejano de Lacoste y fular de L’Habilleur)».

Vuelvo al texto: según Ruiz Mantilla, estos poetas contemporáneos «han decidido aliarse con varias tradiciones y salvar la poesía como oficio de excelencia. Tal vez porque el mundo en el que viven merece serios correctivos». Para ilustrar esta afirmación, cita a los propios poetas: «La sociedad es burda», «es grosera», afirman Lorenzo Plana y Antonio Lucas respectivamente, «camisa de lino lila de Hartford, tejano de Lacoste y fular de L’Habilleur» y «camisa y americana de L’Habilleur y pantalón By Basi» respectivamente.

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          Fotografías de Juan Aldabaldetrecu

             Viéndoles posar, pienso que esa «grosería» de «la sociedad» de la que hablan no debe de guardar relación alguna con su insultante superficialidad (su de la sociedad), y que dichos «serios correctivos» van a pasar probablemente por alto a un par de esas multinacionales que supeditan todo cuanto abarca «el mundo en el que viven» a la economía de mercado. Y me acabo preguntando qué quería decir exactamente Pessoa, «o poeta è um fingidor», y si lo habrán interpretado bien los poetas del reportaje.

Jesús Belotto es traductor, doctorando en traducción literaria por la Universidad de Alicante.

jueves, 10 de junio de 2010

La instrumentalización de la estética como arma arrojadiza. Opinión de Ester Astudillo a propósito del libro "Devenir perra", de Itziar Ziga

La instrumentalización de la estética como arma arrojadiza

Reseña de Devenir perra (Barcelona: Melusina, 2009), de Itziar Ziga 

Por Ester Astudillo 
9 de Junio de 2010


Q
uienes nos autodenominamos ‘feministas’ –ergo ‘de izquierdas’, o ‘progresistas’, aunque estos términos estén cada vez más denostados y vaciados de un significado puramente denotativo–, feministas digo sin especificar género, que de ambos -¿ambos?- géneros l@s hay; quienes nos cualificamos de tal, si además acarreamos un bagaje formativo-profesional llamémosle ‘académico’, hemos querido creer en una cierta linealidad del devenir histórico y social, sin duda atribuible a la visión historicista  del marxismo imperante. El advenimiento del feminismo era pues inevitable –y era, además, razonable, entendido como justo, tanto como lo era para los marxistas la dictadura del proletariado. Sin embargo, la realidad y el paso de los años han acabado imponiéndose y demostrando que, fueran o no inevitables, ni uno ni otro eran en modo alguno ni en ningún caso definitivos, no ponían un punto final a la historia, ni en los términos que postuló Marx en el s. XIX, ni en los de Fukuyama en el s. XX.
El libro de Itzíar Ziga, entre otros muchos alegatos, viene a reírse de la caricatura del intelectual –por favor, léaseme el masculino como un genérico, no querría infestar este texto con barras -o/-a–  del intelectual de izquierdas tópico y más al uso, o intelectual de despacho: serio, sesudo, articulado, erudito, infaliblemente coherente, pagado de sí mismo, verbalmente crítico con el sistema pero de facto integrado en sus estructuras de poder, acomodado –por no decir aburguesado. Los ideólogos del feminismo que han hecho Historia –con mayúsculas deliberadas– se incluyen sin ninguna duda en ese grupo. Ha habido desde los inicios de la modernidad una clara división del trabajo: el terreno de las ideas, para los intelectuales; el del activismo, para los políticos… y a partir del ocaso del s. XX yo añadiría que cada vez más para... los performers.
Pulsa en la imagen para leer mejor el texto de de la contraportada del libro
Los intelectuales progresistas pretendían cambiar el mundo desde fuera, buscando un paradigma alternativo, invalidando las estructuras de poder y sus mecanismos de autoperpetuación; los performers, entre los cuales espero no errar en demasía si incluyo a Ziga, pretenden cambiar el sistema y los circuitos interpretativos desde dentro: no invalidando los procesos sino subvirtiendo su interpretación –y excuse el lector mi sesudo análisis, que me asigna sin apelación posible a uno de los dos grupos aquí descritos–: si no podemos sustituir un juego por otro… cambiemos al menos sus reglas, parecen gritar.
Este nuevo estilo de lucha guerrillera lleva ya décadas dejándose notar, y el rasgo común primordial en los diversos ‘movimientos’ que se han ido sucediendo en dicha guerrilla es una desviación del peso del discurso desde la ética en favor de la estética –espero no ofender a nadie ni parecer excesivamente banal. En definitiva, ha habido y hay cada vez más un desplazamiento de la lucha por el cambio –o la revolución y contra la base misma del sistema desde el terreno de las ideas, en beneficio de la lucha de facto contra los mecanismos semióticos de interpretación de los sucesos que genera el sistema.
Desde mayo del ’68 no han cesado –aunque las bases se sentaran antes con Andy Warhol y la subsiguiente y a mi parecer bien llamada banalización e industrialización del arte– los movimientos contra-culturales que, fagocitados y reinterpretados por el sistema, no acaban siendo otra cosa sino modas: las flores, el hippismo, Californian surfing style, punks, grunge, sinister, dark, emo…  La lucha contra el sistema ha dejado de ser un terreno reservado a los intelectuales, la elite que tiene –¿detenta? – la información y por tanto capaz de generar análisis comparativos y exhaustivos de verdad, argumentados, serios; la lucha progresista en los últimos 50 años, como el resto de sucesos sociales, arte incluido, se ha masificado y frivolizado, y hoy se reduce a la visibilización de la disconformidad propia con el ‘sistema’. Toda la pulsión generada por el malestar propio se concentra en la lucha del individuo contra la estética predominante o hegemónica, por usar un término connotado. Aunque todos los movimientos, para merecer tal epíteto, requieren de una cierta masa crítica, es decir, exigen la adhesión de individuos con determinadas características comunes al grupo, y una cierta solidaridad grupal.
El libro de Ziga a mi parecer encuadra perfectamente dentro de esta tipología de luchas anti-sistema: el solo título, apropiándose de ese tradicionalmente insultante perra, muestra su énfasis en la necesidad de una deconstrucción semántica del lenguaje y de los sucesos sociales más que en la necesidad de la abolición de dichos sucesos. Así, apela a la necesidad de desvirtuar el significado de puta, perra, haciendo de la etiqueta algo deseable en lugar de insultante o degradante.
El feminismo serio o intelectual pasó una etapa cierta en que preconizó la androginia (Simone de Beauvoir, El segundo sexo) como necesaria y deseable, ni siquiera como mal menor, sino como condición para acabar con la secular sumisión de lo femenino a lo masculino: se construyó como algo deseable la no-diferenciación morfológica; se construyeron como algo condenado a desaparecer las muestras nucleares de lo tradicionalmente femenino para todo el que pretendiera defender la causa de la igualdad sexual. Las modas unisexmodas al fin y al cabo– de los setenta son un buen ejemplo de ello.
En las últimas décadas en el feminismo serio ha habido un deslizamiento también en ese sentido, se ha repensado lo femenino desde una óptica de igualdad legal haciendo énfasis en la necesaria salvaguarda de las diferencias morfológicas y demás diferencias asociadas: la causa de la igualdad sexual no pasa ya por la uniformización sino por la equiparación de derechos manteniendo y visibilizando las diferencias inter-género, otorgándoles un cierto valor añadido y progresivamente en auge (Helen Fisher, El primer sexo, Taurus 1999).
El feminismo de Ziga va más allá, oponiéndose frontalmente al feminismo intelectual y reivindicando el activismo frívolo (performance), que se mofa del paradigma de lucha política intelectual, argumentativa, cohesionada, coherente y explicativa, en definitiva, moderna: aboga por una apropiación, desde un novísimo feminismo, de los símbolos nucleares de la feminidad para defender la hiperfeminidad formal y el eclecticismo estético con un significado... subvertido. Defiende la construcción de la feminidad a partir de la reinterpretación de la formas tradicionales (el color rosa, las faldas, el maquillaje, los ornamentos, las joyas), con un resultado final posmoderno: la deconstrucción de las fronteras de género, la abolición de la oposición tradicional masculino-femenino, y la disociación de lo masculino y femenino, respectivamente, respecto de la dotación cromosómica y la genitalidad: el sexo, o género, como prefieren llamarlo l@s nuev@s feministas, es autoconstruido y autoasignado, e independiente del signo de los genitales –que al final y al cabo, siempre son mutilables/reconstruibles. El género así se reduce casi más a una actitud o una pose que a ninguna otra cosa.
Este novísimo feminismo es cada vez menos político y ciertamente más estético, desvinculado de la lucha política progresista global que busca –tal vez mejor en pretérito, buscaba– un cambio radical en el sistema y un mejoramiento de las condiciones de vida extensible a todos. El feminismo de guerrilla apunta sólo a la superficie y se ha convertido en un fin en sí mismo, reducido a lo que yo llamo espectáculo de provocación, o a la espectacularización del sexo. No deja de sorprenderme el tufillo algo más que anecdótico a cierta heterofobia en este nuevo discurso que aboga por la hiperfeminidad con una finalidad invertida. No son una ni dos ni tres las activistas de este nuevo feminismo que refieren experiencias traumáticas tempranas con hombres, generalmente con la figura del padre. Pero no voy a hacer de este dato el centro de mi crítica, que, siguiendo la tradición de la modernidad, pretende ser intelectual, coherente y explicativa.
Una de las características que me solivianta de esta corriente es el aparcelamiento a que se ha visto sometido el pensamiento progresista o tradicionalmente de izquierdas: divide y vencerás, parecen frotarse las manos los derechistas de toda la vida. La izquierda cuarteada, como en la guerra civil, cada uno con su batalla personal: feminismo por un lado, anti-racismo por otro, nacionalismo por allá... Aun así, este dato es también anecdótico, de naturaleza poco más que pragmática, de forma que tampoco responde al núcleo de la mi postura crítica.
Mi principal argumento, el de más peso –al menos en cuanto a ideario– es el esteticismo que impregna todo el edificio sobre el que se construye este nuevo feminismo. Hay una preocupación a mi parecer excesiva por lo que se muestra más que por lo que se es, o mejor, se pretende hacer de lo que se muestra y de la interpretación que un tercero haga de ello el núcleo del discurso feminista. Es una especie de exhibicionismo incontestable, acompañado de una constante apelación a la subversión del significado de lo que se muestra. Pero es precisamente este necesario recurrir a la imagen, esta abogacía a una connivencia cómplice entre quien provoca y quien interpretarectamente o no, y léase rectamente como más apetezca- el objeto principal de mi crítica. Porque, en el fondo, tan deconstruible es un sistema de interpretación semiótica –el tradicional– como otro –el posmoderno.
Este nuevo feminismo no parece preocuparse de otra cosa más que de la simbología de lo femenino, bien para reafirmarse un@ mismo@ en su etiqueta sexual autoasignada, bien para mostrar y hacer explícita a un tercero dicha etiqueta: parece que su principal preocupación fuera conseguir autodefinirse como mujer, pero como una mujer nueva, que rompe con todos los tópicos tradicionalmente asociados a la feminidad, a quien no se le caen los anillos por yuxtaponer, por ejemplo, engarces de oro con atavío putero. Y eso sería bueno si no fuera la forma y el fondo del pretendido mensaje liberador, si no redujera todo lo que tiene de revolucionario a un ataque a la superficie de lo que significa ser mujer.
Hay en este discurso una increíble proliferación de epítetos: mariconas, transexuales, bolleras, camioneros... De nuevo, y ya de paso, divide y vencerás... Porque esta batalla que las nuevas feministas presentan como alternativa es en realidad una lucha estéril, al menos políticamente estéril, porque sólo hace de las formas su objeto de crítica, no ataca la raíz del problema, el fondo. Para la inmensa mayoría de mujeres, se autoasignen la etiqueta de género que se autoasignen, la problematicidad de su condición de mujer no tiene nada que ver con si prefieren las parejas a los tríos (o viceversa), si les ponen más las mujeres o los hombres, si les gusta más la penetración vaginal o la anal, si sus orgasmos son clitoridianos o vaginales, sin son o no multiorgásmicas, o si a lo largo de su vida han tenido tres parejas sexuales o varias centenas.
Encarar la lucha sexual así es un error, es casi subversivo, y les hace un flaco favor a las mujeres del futuro, porque es reduccionista, esteticista y epidérmica. A mi entender es perverso reducir lo que se ha entendido y se entiende extensamente por feminismo a eso. Aunque, claro está, para Ziga y sus perras yo no soy más que una de las integrantes del grupo de feministas moralistas, unas estrechas que hemos renunciado al hedonismo de pasarlo bien y del todo vale. Este nuevo feminismo no es, desde mi punto de vista, sino una caricatura del feminismo secular, y el modelo de mujer que propugnan no es otra cosa que, así mismo, caricaturesco.

Ester Astudillo es filóloga, lingüista, traductora y poeta (además de lectora voraz de los más variopintos textos).

miércoles, 9 de junio de 2010

La Ciudad en el Viaje del Mirar. Opinión de Almandrade

La Ciudad en el Viaje del Mirar
 
Por Almandrade
 
     Las ciudades son tristes cuando una curiosidad, una presencia, o un lugar no acalla la soledad de quien vive en la abstacción de la vida cotidiana. Nada tiene sentido. La falta siempre remite a una especie de desierto que desorienta al viajante solitario de su propio espacio. -¿Será que las ciudades deberían ser habitadas por las imágenes que deseamos y por las imágenes poéticas? "Mas el deseo, la poesía, la risa hacen necesariamente deslizar la vida en el sentido contrario, yendo de lo conocido a lo desconocido" (Bataille)-. Enfrentar lo desconocido es una tarea difícil para el hombre, principalmente cuandovive en ciudades hostiles al mundo del conocimiento.

La publicidad hace la imagen de la ciudad, como si la naturaleza fuera una imitación de alguna otra naturaleza. La arquitectura no es más arquitectura, es imagen out-door. La fiesta hace el paraíso urbano y una música mediocre anuncia el Carnaval, esta intervención autoritaria que desapropia la vida de la ciudad, para aquellos que no tienen el derecho a opinar contra la fiesta.

La ciudad es una multitud que cambia de imagen siguiendo la moda. Pero tiene la imagen que permanece en la memoria, como objeto de pasión para el apasionado. Pensé en Walter Benjamin y el "Diario de Moscú": El mirar apasionado de un filósofo sobre una ciudad: "En aquella mañana me sentí con energía y, por eso, conseguí hablar de manera suscinta y calma sobre mi permanencia en Moscú y sobre sus perspectivas inmesamente reducidas". Una relación de pasión compartida con el conocimiento de las imágenes percibidas de una ciudad. Desde la ventana, contemplé la calle como un voyeur de ciudad. El tránsito, la publicidad, la multitud, el centro histórico. Los monumentos y la arquitectura eran objetos para las cámaras fotográficas de turistas, como escenarios sin fecha. Sin la imaginación el pasado es una imagen estancada, un efecto especial de lo cotidiano, donde todo es repetitivo. La historia, en este caso, no pasa de una mercadería para un mirar carente de anhelo cultural. "La era fastuosa de la imagen y de los astros y de las estrellas está reducida a algunos efectos de ciclones y terremotos artificiales, de falsas arquitecturas y de trucos infantiles con que las multitudes fingen dejarse engañar para no sufrir una decepción amarga por demás" (Baudrillard).

Por otro lado, la singularidad de un espacio, de un monumento o de una arquitectura fascina al viajante. Es como las imágenes poéticas que provocan el deseo de mirar y de vivir un estado de deslumbramiento. Mas las imágenes no son totalmente transparentes sino que se revelan ante cualquiera que mire sin reflexión: ellas provocan la imaginación y exigen un mirar atento, con un repertorio de referencias. Esto es, una sensibilidad capaz de percibir en las imágenes sus historias y sus verdades, para llegar a ser una sensibilidad marcada por la pasión de una imagen.

Traducción del portugués: Iris Pérez Ulloa

Almandrade es artista plástico, poeta y arquitecto brasileño (Salvador, Baía).

domingo, 30 de mayo de 2010

El proyecto del periódico Alteridad. Opinión de Bruno Jordán

El proyecto del periódico Alteridad

 
Bruno Jordán es escritor, poeta y periodista.

 
     La salida a la luz del periódico y su paulatina consolidación es una parte sustancial del conjunto del Proyecto Alteridad, del que ya hablaré con mayor detenimiento en otra ocasión posterior.

La cabecera de Alteridad lleva por lema, como veis, “Periódico digital para la difusión cultural”. Se descartaron opciones como “… para la difusión del conocimiento” o “… para la divulgación del saber". Probablemente hubieran resultado demasiado pretenciosas. Aunque es verdad que esos son sus más ambiciosos y lejanos objetivos.

Es un periódico y, en tanto que tal, debe actualizarse frecuentemente, debe dar noticias, debe tener variadas secciones… Y necesita de quienes lo construyan y lo lleven adelante. El “lectorado” ya viene construyendo bastante en cuanto a noticias y sugerencias. Para llevarlo adelante son necesarias también ocasionales colaboraciones en algunas de sus secciones, colaboraciones habituales en cada una de ellas y personas que se vayan encargando del mantenimiento y desarrollo de cada sección. Todo esto es un proceso que precisa de tiempo y que está germinando satisfactoriamente.

Es digital, por lo que debe aprovechar la agilidad, la interactividad y la interconexión cibernética de la información como ejes de este nuevo periodismo que ahora se posibilita. Los corsés de los blogs –o de los “árboles de blogs”, como es el caso actual de este periódico- limitan acusadamente la vivacidad de su lectura. A medio plazo, Alteridad necesita de una página web creada específicamente para este periódico en concreto y, cuando menos, de un formato parecido a los que se utilizan para estructurar y recombinar la información en los periódicos on-line “al uso”. Estamos en ello y se invita a que, quienes puedan y estén interesados, envíen propuestas concretas.

Tiene como finalidad la difusión. Requiere, además de la obtención de fuentes de información solventes, el acceso a recursos y plataformas cibernéticas transmisoras y, más o menos exponencialmente, extensoras del número de lectores. El atávico y entrañable “boca a oreja” no deja de ser por ello un inapreciable amparo para tal finalidad. También avanzamos, pero lo haremos más y mejor con sugerencias concretas.

Y el "objeto" a divulgar es la cultura. Al principio nos hemos atenido al concepto más clásico y común del término “cultura”. Pero la entendemos en un sentido mucho más general, más integral y más “universalizable”. Ya mencioné antes términos como “saber” o “conocimiento”. Así la entendemos y en esa dirección queremos emprender más abiertamente ahora el rumbo. También paulatinamente.

Bruno Jordán es escritor, poeta y periodista, amén de otras muchas cosas (de la mayoría de ellas, incluídas las anteriores, solo pretende ser).

USO UTÓPICO III: ESPAÑA, DERRAMA ANTE MÍ ESTA FARSA. Opinión de Cecilio Olivero Muñoz

USO UTÓPICO III


Por Cecilio Olivero Muñoz




ESPAÑA, DERRAMA ANTE MÍ ESTA FARSA

      Ser honesto significa tenerlo todo o casi todo bien claro, y significa dejar de engañarse uno mismo. Digo esto por muchas razones, pero las que veo más detestables las enumeraré en las líneas siguientes.

La razón de que me hiciera escritor/poeta es una razón para algunos vergonzosa, o también, por qué no decirlo, un tanto inconfesable; ya que, las razones por las que uno se hace escritor o poeta son extrañas a mi parecer, aunque tienen una lógica, por que ante todo somos personas y la lógica, a veces, está demasiado despersonalizada. La mía proviene desde mi adolescencia. Al ser un chaval poco dado a los estudios, y un desastre como chico malo, y debido a que he andado siempre entre estas dos aguas, he querido demostrarme a mí mismo que para algo he tenido que valer, y quise, también por frustración en estas dos etapas de mi vida, hacerme valer para algo que cuando empecé era un pobre pardillo y a lo mejor todavía lo sigo siendo. Me hice escritor (aficionado) debido a mi ignorancia, por que si hubiese conocido donde me metía, seguro no hubiera ni empezado. Empecé a escribir debido al flamenco, y cómo no llegué a nada, decidí al menos hacerme poeta y así, además de escribir mis letras, poder cantarlas, pero en ninguna de las dos facetas he tenido suerte. Todo aquel que se dedica a alguna vertiente artística quiere triunfar, quiere el éxito. Con el éxito llega la fama, y con la fama, llega a veces la gloria. Todos los escritores son artistas y por ende quieren el éxito. Todos lo quieren, y el que diga que no, miente. Desde el escritor más culto y deslumbrante al aficionado escritor  -como yo- quiere gloria para sus huesos. He visto a muchos escritores que cuando los entrevistan y les preguntan que qué opinan sobre la vanidad han contestado cosas tan infumables como que ellos ven a la vanidad como algo estúpido y reniegan de ella, pero ellos mismos son los que cuando les dan un premio o les hacen un homenaje adoptan posturas arrogantes y endiosadas unos, otros hacen de sus amistades famosas un coto vedado, donde sólo ellos eligen quienes entran y quienes no, o como en el juego de la patata, quienes juegan al juego y quienes no, que me parece lo más infantil del mundo. También los hay que repudian tanto de la vanidad que huyen hasta con oír la palabra en murmullos, y con las mismas, están deseando que les hagan entrevistas, y que les inviten a los saraos extraliterarios. También existen otros que cuando se hacen famosos se les sube a la cabeza el éxito, por eso es valioso darnos cuenta de que el éxito no es nada cuando de verdad se tiene, por que cuando se ignora lo que el éxito es en sí, se suelen hacer castillos en el aire, y tener ensoñaciones con él, como una obsesión incurable que padecen, pero cuando se consigue el triunfo y se logra el éxito te queda ese placer insatisfecho, esa insatisfacción como cuando consigues aquello por lo que llevabas tantas ilusiones puestas, y que cuando lo consigues piensas: ¿y esto era? Acabas comprendiendo que es cosa banal y es puramente superficial, por eso muchos lo ven como algo intrascendente y transitorio, banal e insatisfactorio; no es ni siquiera gas, es vacío entre vacío. Todos los que trabajamos o luchamos por algo queremos el éxito, ascender, que nos quieran. Respecto a esto diré que algunos escritores dicen eso de, yo escribo para que me quieran, pero ¿y si eso no ocurre? Puedes ser un perfecto escritor, y cómo persona no valer un carajo. También suele haber algunos escritores que optan por decir que son de izquierdas por el mero hecho de que si dicen que votan a la derecha los puedan calificar de fascistas, o como si el cielo de la gloria no fuera para los escritores de derechas. Les da como vergüenza decir que votan al PP. Suelen decir que son marxistas cuando realmente son de derechas. Considero que la política ha pasado por muchas derivaciones, y si nos ha enseñado algo la historia es que tanto el comunismo, como el fascismo han fracasado como teorías, y ni qué decir tiene llevadas a la práctica. Están tan caducas las dos, que lo mismo sería decir que eres castrista como decir que te gusta la tauromaquia, o decir que odias a Francisco Franco y odiar también que fumen puros en público, y ser en esto un fundamentalista en salud colectiva, ya que para algunos puedes gustarle, pero otros puede que te escupan en la cara.

Yo me considero demócrata, pero si miramos la política de manera estadounidense, ser demócrata sería la vertiente izquierdista del asunto, y decir que soy republicano sería la vertiente de derechas, aunque considere las posiciones políticas que considere, en las dos soy de derechas; osease, que mires por donde lo mires en Estados Unidos son de derechas la mayoría. Si miramos la política desde la perspectiva española, puedo decir que soy de izquierdas porque compro El País y voto al PSOE, pero si lo analizamos bien, estas políticas no son de izquierdas, salvo por la máscara que suelen ponerse, sino política centro-derechista. Así que yo me considero demócrata. Yo considero a la política como al servicio, o al gusto del consumidor; una legislatura votas a la izquierda y otras, si te viene bien, votas a la derecha; pero siempre desde el respeto a la democracia, y eso no quita que no seas o no puedas ser republicano. Sólo las democracias jóvenes tienen ese complejo, y sufren de esa vergüenza. Debemos olvidarnos de dictadores y de invasores, debemos olvidarnos ya de la guerra (in)civil, por que vamos camino o de otra guerra, o de seguir siempre con nuestros complejos, nuestras miserias espirituales, nuestras acusaciones inquisitoriales, y nuestros prejuicios sobre todo lo que atañe y lo que sembró la guerra de todos los españoles, por que ese es el germen de todo lo que aflige a la voluntad política española. Debemos olvidarnos del mayo del 68. Si queremos vivir cómo hasta ahora lo estamos haciendo, debemos olvidarnos ya de lo que pasó, de lo que pudo haber sido y no fue, de lo que vendrá con esto y con aquello; dejar a los políticos que discutan en las cortes, dejar a los jueces que juzguen lo que es (in)justo, dejar que nos sigan engañando, y nosotros dedicarnos a votarles cada cuatro años, y de acatar las leyes que los jueces dictaminen, y despreciar al bipartidismo cutre como yo hago cada cuatro años. Luego están aquellos que presumen de comunistas, aunque con la tarjeta del Corte Inglés en la cartera. Se ponen camisetas del Ché, se afilian a un sindicato, o en algún otro caso, se afilian a un partido. Los ves en las manifestaciones en primera fila, junto con la camarilla de jefes sindicalistas, o social-demócratas con ganas de foto, y ni qué decir tiene los actos en donde participa el PP. Aunque estos escritores, la mayoría, prefieren no salir en la foto, como si les diera vergüenza. Un ejemplo es Hemingway, iba de comunista, de literato comprometido, pero sin renunciar a su estatus de opulencia y excesos; venía por aquí de año en año, se emborrachaba, comía bien, buenos hoteles, de pesca, de Euskadi a Paris, y de Paris a Cuba, y mientras en España: miedo, hambre, miseria, persecución, ¿y él hacía algo? No. No se comprometía demasiado, ya que podía peligrar su tren de vida. Tenía cierta razón Truman Capote cuando decía que Ernesto no era honesto. También hay otros, como Pablo Neruda, comunista confeso, pero tenía dos o tres casas (no pequeñas), viajes aquí y allá, osease, que no estaba tieso. Es muy fácil decir que se es de izquierdas cuando se vive en un país rico, o se vive en un jardín de rosas opulentas; pregúntales a los disidentes cubanos qué opinan del comunismo. O a los chinos, o a los tibetanos. No pretendo ser demagogo, hablo desde mi perspectiva. Se dicen cosas sin meditarlas, por ejemplo, Borges. Decía que era un anarquista individualista, pero ¿qué es eso? ¿qué quiere decir con esto? O se es anarquista desde la colectividad o no se es. Osease, es anarquista, pero sin mojarse demasiado. Como diciendo:-Soy anarquista, pero ustedes no lo sean-, ¿y por qué? Por que su estatus es bueno, vive bien, y decir que uno es anarquista da cierto atractivo literario, por que el tópico lo exige. Decía Hemingway que el fascismo no podía dar buenos escritores, ¿y Cesare Pavese? ¿y Bertol Brecht? ¿y Nicanor Parra? No es la política lo que suele dar buenos o malos escritores, es las ganas de contar y decir cosas, y el talento y honestidad de la que cada uno disponga. También están los acusadores, el dedo acusador que te fulmina con su rayo redentor. Por ejemplo, Ismael Serrano, tiene una canción que dice: y el fiel votante del PP, Fernando Sánchez Dragó; pero ¿qué más te da a quién vote el hombre? ¿Acaso los de izquierdas son mejores personas? O ¿era que quedaba mejor parcheada la rima? No se debe tomar la palabra honestidad en vano.

También quisiera comentar sobre aquellos que dicen que no creen en Dios, por que en el mundo literario da mal efecto decir que crees en Dios, y es mejor decir, o auto-engañarse, diciendo que no existe Dios o diciendo que uno es ateo, o agnóstico, por lo mismo que lo de las ideas políticas. España tiene el estigma de la guerra (in)civil y hasta que no superemos esos obstáculos no podremos madurar ni cómo democracia, ni cómo país democrático, ni cómo personas libres que somos; sin prejuicios y sin miedos, sin complejos y sin obsesiones, sin tapujos y sin obsturaciones.

España, derrama ante mí esta farsa, que yo te diré la verdad, y si esa verdad es o está contrapuesta a otras ideas, a otros discursos, a otros pensamientos, tanto mejor, por que sólo es verdad lo que difiere de la verdad de los otros, ya que todo sufre de contradicción. No pretendo ser fundamentalista, ni heterodoxo, ni ortodoxo, ni irreverente, ni precursor, ni pretendo ser la única verdad, pretendo ser parte de la realidad, que es muchas realidades. Dicen que la verdad sólo tiene un camino, y también dicen que todos los caminos llevan a Roma; yo, ni quiero ir a Roma, ni quiero ser el único camino. Tengo mi propio Dios doméstico, aunque no domesticado. Tengo una verdad que puede ser distinta a otras verdades. Por que muchos caminos van a parar hacia todas las verdades. Y existen verdades que se encuentran andando por los caminos. Y existen andares que huyen de la verdad. Y existen Romas que no son verdad. Y existen verdades que son mentira. 


    

 Cecilio Olivero Muñoz es poeta y fotógrafo.